Después de dos años de trastornos provocados por una pandemia, 2022 fue para muchos la vuelta a la normalidad. Y ese parece haber sido el caso de los ciberdelincuentes de todo el mundo.A medida que los programas médicos y económicos de COVID-19 comenzaban a reducirse, los atacantes tuvieron que volver a ganarse la vida a la antigua usanza: perfeccionando sus habilidades de ingeniería social, mejorando sus herramientas y buscando oportunidades en lugares inesperados.

Todo ello ha dado lugar a una explosión de ingenio. Desde la mercantilización de técnicas sofisticadas como eludir la autenticación multifactor hasta las amenazas que se basan únicamente en el encanto y la persuasión del atacante, la cadena de ciberataques (y el panorama en su conjunto) ha experimentado un importante desarrollo en varios frentes. Y con las medidas de Microsoft para restringir el abuso de las macros de Office creando una presión ineludible para innovar, muchos actores de amenazas todavia están experimentando para averiguar qué viene después.

Pero no importa a qué tácticas o técnicas recurran los atacantes, sus víctimas siguen siendo obstinadamente humanas. El objetivo de los ciberdelincuentes son las personas. Se aprovechan de la gente. Después de todo, ellos mismos son personas.
Eso es lo que hace que proteger a las personas de las ciberamenazas sea un reto tan profundo y fascinante.